Se olvidaron de Dios, su salvador



’ Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo

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Se olvidaron de Dios, su salvador
Religión
Junio 15, 2020 20:55 hrs.
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Martes 16 de junio 2020


La Palabra de Dios
Primera lectura
1 Reyes 21, 17-29
Después de la muerte de Nabot, el Señor le dirigió la palabra al profeta Elías y le dijo: ’Levántate y ve al encuentro de Ajab, rey de Israel, que vive en Samaria. Se encuentra en la viña de Nabot, a donde ha ido para apropiársela. Dile lo siguiente: ‘Esto dice el Señor: ¿Así que, además de asesinar, estás robando?’ Dile también: ‘Por eso, dice el Señor, en el mismo lugar en que los perros han lamido la sangre de Nabot, los perros lamerán también tu propia sangre’ ’.

Ajab le dijo a Elías: ’¿Has vuelto a encontrarme, enemigo mío?’ Le respondió Elías: ’Sí, te he vuelto a encontrar. ‘Porque te has prestado para hacer el mal ante mis ojos, dice el Señor, yo mismo voy a castigarte: voy a barrer a tu posteridad y a exterminar en Israel a todo varón de tu casa, libre o esclavo. Haré con tu casa lo que hice con la de Jeroboam, hijo de Nebat, y con la de Basá, hijo de Ajías, porque has provocado mi cólera y has hecho pecar a Israel. A los hijos de Ajab que mueran en la ciudad, los devorarán los perros; y a los que mueran en el campo, se los comerán los buitres’. También contra Jezabel ha hablado el Señor y ha dicho: ‘Los perros devorarán a Jezabel en el campo de Yezrael’’.

(Y es que en realidad no hubo otro que se prestara tanto como Ajab para hacer el mal ante los ojos del Señor, instigado por su esposa Jezabel. Su proceder fue abominable, porque adoró a los ídolos que habían hecho los amorreos, a quienes el Señor expulsó del país para dárselo a los hijos de Israel).

Cuando Ajab oyó estas palabras, desgarró sus vestiduras, se puso un vestido de sayal y ayunó; se acostaba con el sayal puesto y andaba cabizbajo. Entonces el Señor le habló al profeta Elías y le dijo: ’¿Has visto cómo se ha humillado Ajab en mi presencia? Por eso, no lo castigaré a él durante su vida, pero en vida de su hijo castigaré a su casa’.
Palabra de Dios
Te alabamos, Señor


Salmo Responsorial
Salmo 50, 3-4. 5-6a.11 y 16
R. (cf. 3a) Misericordia, Señor, hemos pecado.
Por tu inmensa compasión
Señor, apiádate de mí y olvida mis ofensas.
Lávame bien de todos mis delitos
y purifícame de mis pecados. R.
R. Misericordia, Señor, hemos pecado.
Puesto que reconozco mis culpas,
tengo siempre presentes mis pecados.
Contra ti sólo pequé, Señor,
haciendo lo que a tus ojos era malo. R.
R. Misericordia, Señor, hemos pecado.
Aleja de tu vista mis maldades
y olvídate de todos mis pecados.
Líbrame de la sangre, oh Dios, salvador mío,
y aclamará mi lengua tu justicia. R.
R. Misericordia, Señor, hemos pecado.


Aclamación antes del Evangelio
Jn 13, 34
R. Aleluya, aleluya.
Les doy un mandamiento nuevo, dice el Señor,
que se amen los unos a los otros, como yo los he amado.
R. Aleluya.


Evangelio
Mt 5, 43-48
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: ’Han oído ustedes que se dijo: Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo; yo, en cambio, les digo: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian y rueguen por los que los persiguen y calumnian, para que sean hijos de su Padre celestial, que hace salir su sol sobre los buenos y los malos, y manda su lluvia sobre los justos y los injustos.

Porque si ustedes aman a los que los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen eso mismo los publicanos? Y si saludan tan sólo a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen eso mismo los paganos? Ustedes, pues, sean perfectos, como su Padre celestial es perfecto’.
Palabra del Señor
Gloria a ti, Señor Jesús

Reflexión del Evangelio de hoy

Tema: Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto
Comenzamos la semana con la oración colecta dominical en la que desde el reconocimiento de que Dios es la fortaleza de los que esperan en él y pedíamos ser escuchados, exponiendo nuestra fragilidad e incapacidad para poder responderle en conformidad con sus mandatos. Resuenan las palabras de Jesús a sus discípulos: ’Sin mí no podéis hacer nada.’ Poniendo en él nuestra esperanza tenemos la certeza de poder responder al planteamiento que se nos ha hecho.

La terminación del pasaje del evangelio de hoy nos hace compreder nuestra debilidad y al mismo tiempo el mandato vocacional que hemos recibido: ’Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto.’ Esta exigencia de Jesús está enmarcada en el sermón de la montaña que venimos escuchando. En los versículos del capítulo quinto del evangelio de San Mateo, proclamado el jueves de la semana pasada, encontramos la razón de ser: ’Si no sois mejores que los letrados y fariseos, no entraréis en el Reino de los cielos.’ El referente de la perfección no es la ley, sino el mismo Dios. Eso ya se había indicado a los hijos de Israel: ’Vosotros sed santos, porque yo, vuestro Dios, soy santo.’ Fijando su mirada en la letra de la ley se olvidarn del Legislador. Se remitían a la ley olvidándose del Dador de la ley.

Se olvidaron de Dios, su salvador
Este pasaje del libro primero de los Reyes pone de manifiesto el olvido Dios en el día a dia, dejándolo al margen de los proyectos y propósitos que tenemos. Cuando esto ocurre la injusticia se hace presente y se usa el poder, recibido para llevar a cabo una encomienda, en este caso, el gobierno del pueblo de Dios (Ajab es rey de Israel), para servirse de él para conseguir sus fines. Y así aparece el atropello del débil que apelando a sus derechos no cede a las peticiones reales. Mal aconsejado, en lugar de apegarse a los preceptos de Dios, presta oídos a los consejos afines con sus deseos. La consecuencia, cerrar los ojos a la justicia y dejar que por medios infames le consigan lo que desea. Parece que todo vale.

La voz del profeta Elías sale a su encuentro y denuncia en nombre del Señor el atropello. La advertencia es acogida: se rasga las vestiduras, viste sayal y ayuna en señal de penitencia. Pero eso es algo puntual, no significa cambio de rumbo. De hecho el texto dice: ’Y es que no hubo otro que se vendiera como Ajab para hacer lo que el Señor reprueba, empujado por su mujer Jezabel.’

La ley sin la referencia permanente al Legilador se torna un arma de dos filos. Al olvidarse de Dios, su salvador, la norma pierde vigencia y no afecta a la vida, porque incluso cumpliéndola, la letra mata por desconocer el espíritu de la misma.

No he venido a abolir sino a dar plenitud
No llega Jesús a derribar lo que está en pie, sino a levantar las tiendas caídas de Israel. Ha venido a llevar a la humanidad a la plenitud de su existencia. De ahí la exigencia de una mayor perfección. Marca la diferencia al colocar nuevamente en su lugar a Dios. En el centro de la vida, lugar del que ha sido retirado para situarse el hombre. Cuando esto ocurre aparecen las mayores contradicciones.

Por eso Jesús, en el sermón de la montaña lleva a su máxima expresión los mandatos de la ley. ’Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo...’ Esto parece que tiene carta de ciudadanía. Nos limitamos a atender a los que son de los nuestros. Favorecer a los que piensan y sienten como nosotros y a veces da la impresión que esto es compatible con el Evangelio. Nos puede ocurrir lo que a los letrados y fariseos: desconocen la misericordia y se centran en los que son sus disposiciones y tradiciones. Hay que amar a los que nos persiguen y calumnian. Hay que amar a todos.

Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo
Se trata de seguir el ejemplo que nos da Dios que en Jesucristo se ha revelado como la norma de vida para todo ser humano. No puede ser de otra manera. Sed santos porque yo, vuestro Dios, soy santo. Mirándose en él, la letra ya no está muerta ni mata, porque habiéndonos centrado en él, su vida es nuestra vida. Así debía haber sido para la totalidad de Israel, pero apartándose se descarrió. El resto fiel, firmemente apegado a Dios reconoce la plenitud de la ley en el amor a todos. Estos son los que acogen, se alegran ante la llegada del Reino y afirman con Jesús que sólo amando como somos amados todo cobra un sentido nuevo.

Hoy tenemos un reto: mostrar que la perfección consiste en amar a todos como Dios los ama. No hay distingos posibles en la determinación de amar. No amo desde mis planteamientos, sino que el deseo de amar se asienta en el mismo amor de Dios. Él va abriendo camino. El que es perfecto es el único modelo válido. No valen otros modelos.

¿Sintonizo desde la sintonía con Dios con cada ser humano sin dejar de lado a nadie?

¿Busco la perfección amando como Dios ama?

Fr. Antonio Bueno Espinar O.P.
Convento de Santa Cruz la Real (Granada)

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