El Zacualtipán del que no se habla, el de la explotación y la pobreza

El Zacualtipán del que no se habla, el de la explotación y la pobreza
Política
Junio 10, 2020 04:49 hrs.
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Jorge Luis Bautista › Emmanuel Ameth Noticias

Todo inició alrededor de hace un siglo. Zacualtipán, por su ubicación geográfica, se convirtió en el paso obligado en el tránsito de las mercancías hacia la Sierra y con rumbo a la Huasteca. Los comerciantes ambulantes, junto a sus recuas, encontraron en la tierra del general Ángeles, herraduras y herramientas hechas con hierro en manos de fragueros diestros. Simultáneamente, la rústica industria de la curtiduría llevó a la elaboración de zapatos y huaraches. Todavía hace poco se escuchaba como elogio o en tono despectivo ’como botín Zacualtipanero’.

Me supongo, que la importancia política de este municipio se acrecienta y compite con Metztitlán, cuando lo hacen sede de varias instancias de impartición de justicia y del orden fiscal o tributario. Y hasta militar.

Pero, al arribar la ’modernidad’, Zacualtipán y su actividad económica de las fraguas, los cueros y los botines, migraron a las maquiladoras de ropa, principalmente. Y aquí es donde empieza a torcer el rabo la burra. Esa industria, es bien sabido que es de las más contaminantes que existen, pues demandan grandes cantidades de agua y sus insumos como los colorantes, son químicos cada vez más agresivos.

Fue creciendo la maquila, como también creció la elaboración para la venta de ropa masculina y femenina y salían semanalmente camionetas y camiones a ofertar en todos los rincones de México. La demanda de mano de obra atrajo a miles de indígenas y mestizos pobres de los municipios del entorno. Creció el negocio, los excelentes dividendos se observaron en los edificios que sin ninguna regulación y estética, proliferaron como prueba contundente de que el valor real generado por los empleados en las jornadas fuera de la ley y con casi ninguna prestación, generaron una plusvalía que los dueños la convirtieron en edificios antiestéticos, en equipo con tecnología de punta, en alianzas comerciales inimaginables. Pero también en graves daños a la sociedad y al medio ambiente. O sea, en delitos del orden laboral, ambiental, de desarrollo urbano y de desintegración familiar.

Suena feo y temerario, pero quien conoce Zacualtipán sabe que el agua de los veneros que le rodean, solo alcanza para el consumo de las familias, y la realidad y la conveniencia hacen que se use para la demanda industrial y ahí está un primer gran problema social y político.

Otro legado de ese ’progreso’ se refleja en qué la cabecera municipal huele a estiércol y sus arroyuelos, un día amanecen color mezclilla azul y al otro, rosa mexicano, y como no hay de otra, pues esas aguas las envían para el municipio de Metztitlán, sin que haya repercusión alguna. Solo el daño ecológico. Y no es todo, pues el hacinamiento de los trabajadores de las maquiladoras y la demanda de comida y vivienda han provocado la especulación con los terrenos y quien ha pagado el pato son los bosques del entorno, esos que nutren a sus veneros de agua. ¡Vaya manera de suicidarse! Y hasta le complementan con montones de basura industrial que arrojan a la orilla de la carretera.

La inseguridad y el narcomenudeo están a todo lo que da. Y todos hacen como que no ven.

Peeeeero… con la llegada del Covid-19 a Zacualtipán, empieza a modificarse el escenario tan catastrófico. Y la parte buena radica en que se ve el fin de un boyante negocio para unos cuantos de ahí y sus socios inversionistas de Pachuca y anexas. La parte socialmente delicada es que se está acabando la posibilidad de tener trabajadores hacinados, los que tendrán que seguir comiendo. Esa debe ser la ocupación del gobierno estatal y federal para no dejar a la deriva a esos jóvenes y otros ya no tanto, que dejaron riñones y columna en una silla y mesa. Creer que los empresarios fueron precavidos y generaron un fondo de contingencia para esta emergencia es ser iluso. O pensar que ya Fayad está sentado con los dueños para no permitir que la zozobra cunda entre aquellos que les dieron tanto dinero a ganar. Quizás sea también otra ilusión.

Me comenta mi amigo y vecino José, quien lleva casi 20 años en una maquiladora en la tierra del generalazo Ángeles, que de 30 que conformaban su equipo, solo mantuvieron a la mitad, ¡pero con la mitad del sueldo! Y aquellos que no aceptaron el ofrecimiento de hace dos meses, hoy suplican que los incorporen, pues ya no tienen para comer.

Será conveniente la acción pronta y humana de quienes tienen poder y voluntad. Por el bien de todos.

La tierra del general Ángeles, aquel que con un cañonazo dejó manco a Obregón, hoy necesita la oportuna intervención de los lejanos herederos y beneficiarios de la ’robolución’. Esperemos.

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